Cuantas veces no hemos escuchado frases como: Eres lo que comes, la comida es tu medicina, no consumas nada que tu abuela o tu madre no consumirían. Sin embargo, a muchos de nosotros nos resulta cada vez más difícil cumplir con estas simples reglas en un mundo tan complejo, como el que vivimos, ya que con la prisa diaria la selección de alimentos saludables resulta complicada.
México es el país número uno en obesidad infantil y el número dos en adultos, sólo después de Estados Unidos. El número de personas mayores de 18 años con obesidad en México pasó de 20.5 millones en el 2012 a 24.3 millones en el 2016, según el informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2018”, presentado en la sede de la FAO, en Roma, Italia.
El reporte de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) destacó que la obesidad entre adultos ha empeorado, principalmente en Norteamérica, y el problema afecta a una de cada ocho personas en el planeta.
La vida sedentaria, el estrés constante y los malos hábitos alimenticios han provocado que la obesidad y el sobrepeso vayan en incremento, por ello Kristen Kizer, dietista clínica del Hospital Houston Methodist, creó un curso de seis semanas para adquirir buenos hábitos alimenticios, denominado Nutrition Bootcamp.
Los participantes deben seguir una serie de reglas básicas, que incluyen registrar la ingesta de alimentos y bebidas, beber al menos 2 litros de agua al día y comer solo dos productos “no muy saludables” por semana. Estos productos son definidos por Kristen Kizer como carnes y quesos con alto contenido de grasa, cualquier cosa frita, postres, alcohol, alimentos y bebidas con alto contenido calórico o azúcar.
Además, se les pide a los participantes que envíen una foto de su despensa y que la “limpien” de todos aquellos productos que los induzcan a tener malos hábitos, así como, durante una semana medir el tamaño de las porciones de su comida, consumir cuatro porciones de fruta y cinco porciones de verduras por día, y retirar toda la harina blanca o granos refinados de su dieta.
“Con este programa tomamos un enfoque bastante realista y generalmente nos preguntamos: ¿Cuáles son las tres cosas principales que una persona quiere cambiar en este momento y cómo podemos hacer para que algunos de estos objetivos sucedan? Mi esperanza es que alguien salga del programa con dos o tres hábitos saludables y los lleve consigo toda la vida.”
“Es un cambio de estilo de vida, no una dieta”, subrayó Kizer. “Hablo mucho sobre cómo se convierte en un sistema de valores. Las personas tienen valores morales, entonces ¿por qué no tener valores alimentarios también?”, finalizó.
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