Depresión, baja autoestima y patrones de imagen publicitarios subyacen bajo los trastornos de conducta alimentaria
- Especialistas UIC recomiendan cómo prevenir y detectar estos trastornos a tiempo
- Destacan la importancia de un tratamiento integral e interdisciplinario
La Dirección Divisional de Ciencias de la Salud de la Universidad Intercontinental (UIC) llevó a cabo la tercera Jornada de Salud Integral con el tema “Trastornos de la conducta alimentaria en la posmodernidad”, durante la cual abordaron el tema desde una perspectiva interdisciplinaria entre las licenciaturas de Psicología, Nutrición y Odontología.
En México, cada año se registran cerca de 20 mil casos de anorexia y bulimia, siendo la población de entre 15 y 19 años de edad la más afectada.[1] Además de estos dos trastornos patológicos más conocidos, en años recientes se han estudiado y tipificado otras conductas alimentarias que ponen en riesgo la salud de las personas y que conviene atender desde varias disciplinas para apoyar a los pacientes.
De acuerdo al DSM-5, Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, entre los nuevos trastornos identificados se encuentran la vigorexia, presente sobre todo en varones jóvenes que realizan ejercicio en exceso y se limitan en la alimentación para no subir de peso; la ortorexia vinculada con patrones obsesivos hacia la comida saludable que evitan cualquier alimento que pudiera ser contaminado durante su producción con plaguicidas o fertilizantes; su dieta es poco variada y limitada dejando de recibir nutrimentos importantes.
También se encuentra la pica o trastorno por atracón que reporta una necesidad incontrolable de comer cierto producto, o la ebriorexia caracterizada por un alto consumo de bebidas alcohólicas que lleva al paciente a no comer para que su cuerpo no reciba más calorías que las proporcionadas por ingerir alcohol.
Entre las principales causas de estos trastornos alimentarios, los psicólogos y psiquiatras participantes en el foro identificaron la depresión, la baja autoestima así como la necesidad de aceptación que llevan al paciente a cumplir patrones de talla, peso e imagen corporal difundidos a través de la publicidad. Estas causas han sido observadas de manera directa en consultas donde atienden a sus pacientes.
Entre las recomendaciones para los padres de familia y los adolescentes, Noemí Leyva, directora académica de la licenciatura en Nutrición de la UIC sugirió responder estas preguntas para advertir signos de alerta:
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Los docentes y médicos participantes coincidieron en la preocupación de que estos trastornos ahora se presentan en edades más tempranas, incluso en niños, por lo que una vía de atención integral favorece la detección y tratamiento oportuno.
Por ejemplo, si en una revisión odontológica se observa un esmalte dental dañado, puede ser provocado por vómito frecuente, propio de la bulimia, ya que el PH de los jugos gástricos que regresan con la regurgitación constante afecta la cara interna de los dientes.
Desde la Clínica de Nutrición de la UIC se analizan hábitos alimentarios y si se detectan conductas de riesgo o propias de un trastorno, se canalizan a un psiquiatra que es quien define si es un trastorno como tal, y de confirmarse, no se resuelve con un plan de alimentación, requiere de un tratamiento multidisciplinario, incluso hasta de internamiento en casos delicados.
Otro factor que incide en la modificación de la conducta alimentaria son corrientes de pensamiento promotoras de una ingesta de alimentos que no sean de origen animal. Si bien algunas de estas prácticas son saludables porque disminuyen el consumo de productos procesados con alto contenido en grasas saturadas o elevados niveles de toxicidad, eliminar totalmente productos de origen animal puede causar una deficiencia vitamínica en particular del complejo B, señaló Leyva.
Aclaró que estas variantes alimenticias no son trastornos ni tampoco los originan y sugiere que para cubrir una alimentación completa, balanceada, variada, equilibrada e inocua, incorporen el consumo de algunos lácteos, quesos frescos, carnes blancas y huevo, pues los complementos o vitaminas sintéticas, no tienen la misma capacidad de ser absorbidos y aprovechados por el organismo humano como los productos naturales.
En el campo de la prevención expusieron las siguientes acciones:
- Incidir en políticas públicas de regulación publicitaria ya que las tallas e imagen corporal que difunden, no corresponde a la complexión promedio del mexicano.
- Crear más espacios públicos y gratuitos para atender estos trastornos sin que el costo de una clínica privada sea una limitante para la atención integral de un paciente.
- Orientación desde la escuela primaria con mensajes como: El peso es consecuencia de tu estilo de vida, si procuras hábitos saludable, tendrás un peso saludable.
- Orientación hacia las madres de familia sobre una dieta adecuada, no satanizar ciertos alimentos, cuidar los horarios para el sueño, recreación y actividad física.
- Formación en habilidades para fomentar la autoestima y aceptación en sus hijos.
- Que las autoridades en salud añadan al plato del buen comer información más precisa sobre las raciones.
- Replantear etiquetado de productos: “El etiquetado no es claro, ni fácil de interpretar. En otros países usan un sistema de semáforo que es más sencillo para clasificar nutrimentos, por ejemplo el color rojo significa alto en grasas o azúcares, concluyó Leyva.